En una misma semana, las noticias dan cuenta de varios desaparecidos, de asaltos armados en las viviendas, a las que prenden fuego y secuestran a sus habitantes, de manifestaciones de la población para exigir que busquen a los desaparecidos, de muchachas que renuncian a presentarse para reinas del Carnaval en solidaridad con los que sufren.
No es de extrañar que este escenario de fuego y horror, el protagonista en los medios de comunicación sea el alcalde, José Humberto Salazar Contreras, que se ha negado a suspender las fiestas para no vulnerar las tradiciones y se ha echado a cantar en público un narcocorrido en honor de uno de los capos más sangrientos de México, el Chapo Guzmán.
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Ahí aparece el presidente municipal, sonriente bajo el sombrero dorado de una tuba, entonando torpemente una rola a mayor gloria del narcotráfico, mientras la ciudadanía inicia otra protesta callejera para exigir a las autoridades municipales que cese la violencia en el pueblo, que en lo poco que ha corrido el año cuenta ya 16 desaparecidos, según reportan los medios locales.
El pasado jueves, las ráfagas de armas de fuego se oyeron en la colonia Centro, donde un grupo de hombres armados acribilló una vivienda. Y apenas unos días antes desaparecieron a 11 personas de golpe al salir de un bar.
Jerez de García Salinas es solo uno más de los pueblos de Zacatecas que cada día se encuentran con la cara más cruel de la violencia.
El Estado reporta algunos de los episodios más truculentos con los que el narco cubre de sangre el país. Cadáveres sembrados por las calles, jóvenes asesinados que amanecen colgados de puentes a la vista de todos, amasijos de carne humana que se descubren en una bodega, todo un catálogo de horrores que han convertido a la entidad en una de las más peligrosas de México.
Jerez está declarado pueblo mágico, el marchamo con el que el país distingue a las localidades más bellas y tradicionales, reclamo turístico de primer orden.
Este año, quien quiera asomarse a los festejos jerezanos encontrará que el pueblo se ha convertido en un verdadero carnaval de violencia que espanta a sus ciudadanos mientras el alcalde se mueve al ritmo de los narcocorridos.
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