Estados Unidos.- Las ballenas que filtran con sus barbas el agua de mar para obtener su alimento son las mayores consumidoras de residuos plásticos del planeta, lo que representa un grave riesgo tomando en cuenta los múltiples factores adversos que enfrentan sus poblaciones por la caza, las redes de pesca, las colisiones con los barcos y el cambio climático.
De acuerdo con un estudio sobre la alimentación de la megafauna publicado en la revista Nature Communications, una ballena azul ingiere 10 millones de partículas de microplástico al día, mientras que una ballena jorobada consume diariamente 200 mil partículas de microplástico.
Se estima, que en una temporada de alimentación de cuatro meses, la ballena azul come más de mil millones de partículas de microplástico, que pesan hasta cuatro toneladas, con impactos desconocidos para su salud.
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La investigación encabezada por la doctora Shirel Kahane-Rapport, científica de la Universidad Estatal de California en Fullerton, encontró que la mayoría de los microplásticos, pequeñas partículas que miden menos de cinco milímetros, consumidos por las ballenas, provienen de la presas que comen, y no del agua que filtran.
Descubrimos que el 99 por ciento de la ingestión de microplásticos proviene de la comida que ingieren las ballenas, como el krill.
La presencia de microplásticos es un problema de rápido crecimiento, y este trabajo es un primer paso para entender cómo afecta la contaminación a estos gigantes del mar”, indicó.
Las ballenas azules y jorobadas consumen dos tipos de presas a una profundidad de 50 a 250 metros: Krill, que es un diminuto crustáceo parecido al camarón, y pequeños peces forrajeros.
El estudio realizado en la corriente de California, que estima las tasas de ingestión de estas partículas y las rutas de exposición, advierte que las ballenas enfrentan un grave riesgo de efectos fisiológicos y toxicológicos acumulativos por consumo de microplásticos.
El océano es a menudo el basurero de los residuos de la humanidad. Eventualmente, lo que tiremos al océano volverá a afectarnos. Los microplásticos y los macroplásticos entran al mar a un ritmo alarmante.
Estudiar las ballenas nos permite ver cómo el plástico se está moviendo hacia arriba en la cadena alimenticia”, alertó la investigadora.
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