¿Cómo está la justicia en México? Entre el rezago y la esperanza
Por la Maestra Samara Sabin
Hoy, la justicia en México está en un momento clave. Con la reforma judicial de 2024, y muy a pesar de los históricos niveles de impunidad y desconfianza ciudadana, parece haberse abierto un abanico de oportunidades para lograr una justicia más cercana y real. Aún cuando la reforma ha generado un gran debate, no se puede negar que ha puesto sobre la mesa preguntas fundamentales sobre cuál es el camino para llegar a una justicia más clara, accesible y efectiva.
No es ningún secreto que nuestro sistema judicial enfrenta retos evidentes, empezando por uno de los más dolorosos: únicamente el 1% de los delitos llega a juicio, en parte porque las fiscalías están rebasadas, los poderes judiciales locales carecen de recursos pero también porque la ciudadanía no cree en las instituciones. Las personas más vulnerables encuentran en la justicia más un laberinto que una solución, y si a esto sumamos la complejidad del lenguaje judicial y sus tecnicismos, así como la falta de transparencia en muchas decisiones, encontraremos la receta para el desastre actual.
Una de las transformaciones más urgentes es la de hacer de la justicia algo cercano y real: cambiar el lenguaje con el que se imparten las resoluciones judiciales. Para que la ciudadanía recupere la confianza en las instituciones, es indispensable que las sentencias sean comprensibles y estén redactadas en unos términos que cualquier persona pueda entender.
En este sentido, ciertos aspectos contemplados dentro de la reforma judicial pueden representar la oportunidad para consolidar avances importantes. La posibilidad de que jueces y magistrados sean electos por voto popular abre un debate sobre la legitimidad democrática del Poder Judicial, pero también podría fortalecer el vínculo entre las personas juzgadoras y la sociedad, exigiendo una mayor rendición de cuentas y una comunicación más clara de sus decisiones.
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Otro elemento clave es la creación de órganos dedicados a la evaluación y supervisión del desempeño judicial, mismos que pueden ser una vía para mejorar la calidad del servicio, combatir la corrupción y promover una cultura de justicia centrada en las personas. Si son acompañados de procesos de formación continua, protocolos claros y recursos adecuados, podrían contribuir a cerrar la brecha entre la ley escrita y la justicia vivida.
Otro punto interesante de la discusión pública sobre la reforma es que se han cuestionado retos históricos del Poder Judicial, por ejemplo: cómo incorporar una perspectiva de género real, cómo garantizar el acceso a la justicia para pueblos originarios, personas con discapacidades y otros grupos sociales históricamente excluidos.
Responder a la pregunta “¿cómo está la justicia en México?” implica mirar de frente y con honestidad al Poder Judicial como una estructura en crisis, pero también reconocer los caminos posibles hacia una transformación profunda. Sentencias claras, procesos comprensibles y decisiones judiciales que fortalezcan la confianza de la sociedad, son condiciones básicas para reconstruir la legitimidad del sistema. La justicia no sólo debe ser imparcial, también debe ser cercana, entendible y humana.
Abogada con sólida trayectoria en el Poder Judicial de la Federación, especializada en derecho penal y constitucional. Cuenta con doble maestría: en Derecho Procesal Constitucional por la Universidad Panamericana y en Derecho Internacional por The Fletcher School of Law and Diplomacy, donde fue becaria Fulbright.
Ha fortalecido su formación profesional con estudios en la Universidad de Harvard. Su experiencia judicial incluye cargos como jueza de distrito y secretaria en funciones de magistrada, lo que respalda su profundo conocimiento del sistema jurídico mexicano; así como su compromiso con la justicia y el Estado de Derecho.
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