Una nueva variante de COVID-19, denominada NB.1.8.1 y vinculada a un reciente aumento de hospitalizaciones en Asia, ha sido detectada en Estados Unidos, incluyendo casos en Nueva York, California, Washington, Virginia, Ohio, Rhode Island y Hawái.
Identificada inicialmente en viajeros internacionales, esta cepa pertenece a la familia Ómicron y presenta síntomas similares a cepas anteriores, como tos, dolor de garganta, fiebre y fatiga.
Aunque no se ha demostrado que sea más letal, su alta transmisibilidad y posible evasión de la inmunidad generada por vacunas han generado preocupación entre las autoridades sanitarias.
En respuesta, el gobierno estadounidense ha anunciado que las dosis de refuerzo anuales se limitarán a personas mayores y grupos de alto riesgo, dejando de recomendar la vacunación para niños sanos y mujeres embarazadas.
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