Con dos fechas sold out en el Auditorio Nacional, regresamos en el tiempo con Enjambre, quien nos mostró la esencia de las Noches de Salón como nunca antes
Fue hace varios meses cuando se anunció la llegada de Enjambre al Auditorio Nacional en una gira llamada Noches de Salón; si bien el disco homónimo no se había estrenado aún, el público sabía que podía esperar una faceta bastante diferente a la que conociamos de una de las agrupaciones más constantes e icónicas del rock en México. Fue a inicios de septiembre cuando se estrenó finalmente el álbum, donde descubrimos la habilidad camaleónica de la banda, pues encontramos algunos de sus grandes clásicos convertidos en danzones, boleros y cha cha chas.
Grabado en el salón Los Ángeles, recinto perfecto para regresar a los años 40’s, Noches de Salón es el primer material discográfico de Enjambre en acústico. La agrupación decidió aprovechar el momento para experimentar con sonidos que llevaban a sensaciones nuevas; un concepto único en la historia de la banda, el cual no piensan repetir; por esto, la primera noche en el Auditorio Nacional, donde se inauguró oficialmente la gira de Noches de Salón este miércoles, fue un momento especial que dejará huella en los presentes.
Vestidos de gala con sacos vino, Enjambre presentó un espectáculo capaz de hacer a la audiencia dar saltos en el tiempo desde la iluminación dramática, hasta los abanicos que decoraban el fondo y recordaban al estilo de los antiguos escenarios; canciones como “Somos Ajenos“, “Cámara de Faltas” o “Visita” parecían ser escuchadas por primera vez con esta nueva luz que unía guitarra acústica con violines, contrabajo, instrumentos de viento, piano y percusiones varias, donde la voz de Luis Humberto Navejas destacaba con un nuevo color al alejarse del sonido caacterístico de la banda.
La velada comenzó con cada integrante llegando uno a uno y saludando al público en un estilo clásico antes de tocar la primera canción del disco y primer sencillo, “Enemigo“, donde la audiencia estalló en un canto al unisono desde las primeras estrofas: “Permite recostarme a tu lado, enemigo” coreó el público.
La agrupación celebró el entusiasmo de la audiencia; el vocalista agradeció al público por su presencia y por llegar de gala, un acto que pasó de un detalle en uno de los carteles a un tierno gesto de los fanáticos a su banda favorita.
El ambiente casi festivo se volvió solemne cuando llegó el momento de interpretar “Necrópolis“; entre la bruma que se formó en el escenario y luces moradas y verdes, se habló de una ciudad de muertos, donde en la música y en la voz de Humberto se percibe la desesperanza de un sitio donde “no hay promesas, no hay destino”. En el cantante logró percibirse el dolor al referirse de tal modo a su ciudad natal.
Al terminar “El Derrumbe”, la agrupación reveló dos canciones que no habían alcanzado el corte final del disco pero que son de las más amadas por el público. Así, una lluvia de estrellas llenó el Auditorio Nacional con “Vida en el Espejo” y la banda se despidio con una versión bastante alegre de “Divergencia“.
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