Cerca de 200 personas perdieron la vida en una masacre ocurrida entre el viernes y el sábado en el barrio costero de Cité Soleil, en la capital haitiana, Puerto Príncipe. Según el gobierno de Haití, este acto, calificado como un crimen de “crueldad insoportable”, habría sido orquestado por una banda liderada por un poderoso jefe pandillero.
De acuerdo con el Comité por la Paz y el Desarrollo (CPD), el líder de la banda actuó bajo la creencia de que la enfermedad de su hijo había sido provocada por seguidores de la religión vudú. En un comunicado, la organización explicó que el pandillero “decidió castigar cruelmente a todas las personas mayores y practicantes de vudú que, en su imaginación, serían capaces de lanzar un mal hechizo sobre su hijo”.
Un ataque “directo a la humanidad”.
El secretario general de la ONU, António Guterres, condenó la “horrible” violencia, la cual dejó al menos 184 personas fallecidas, incluidas 127 personas mayores, según cifras de su portavoz.
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Por su parte, la oficina del primer ministro haitiano, Alix Didier Fils-Aime, calificó el ataque como un “acto de barbarie” y un “ataque directo a la humanidad”.
El vudú, reconocido oficialmente como religión en Haití desde 2003, ha sido históricamente atacado y estigmatizado a pesar de ser un pilar cultural y espiritual del país. Este sistema de creencias, que mezcla influencias africanas y elementos del catolicismo, llegó a Haití durante la época de la esclavitud y ha enfrentado siglos de persecución.
Pandillas y la crisis de seguridad en Haití.
La masacre ocurre en un contexto de creciente violencia en Haití, donde las pandillas controlan el 80% de Puerto Príncipe. Este año, la violencia se ha intensificado, incluso tras el despliegue de una misión policial internacional liderada por Kenia, con respaldo de Estados Unidos y la ONU.
La crisis humanitaria en el país es alarmante. Más de 700.000 personas, la mitad de ellas niños, están desplazadas internamente. Según datos proporcionados por Estados Unidos, el número de muertos en Haití este año asciende a 5.000.
Esta masacre no solo subraya la gravedad de la violencia pandillera, sino también las tensiones sociales y religiosas que atraviesan Haití, dejando una vez más al país en una encrucijada de desesperación y necesidad urgente de apoyo internacional.
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