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Educación y Supervivencia: ¿Están Preparando los jóvenes para no matar(se)?

Por el Dr. Horacio Rafael Rodríguez Montalvo

Hemos tenido unas semanas con situaciones alarmantes respecto al comportamiento de los jóvenes, como, por ejemplo, el caso de ‘El Fofo’, Marelyn, jóvenes que dejan a sus hijos en la calle, una niña lanzada desde el segundo piso por bullying, entre muchas otras situaciones, algunas de las cuales no se reportan. Esto, sin mencionar el incremento de los suicidios entre jóvenes y otras circunstancias que generan preocupación sobre la formación que están recibiendo en México. 

La educación es un derecho fundamental que debe garantizar el bienestar y el desarrollo de los individuos. Sin embargo, en la actualidad, especialmente en México, nos enfrentamos a una realidad alarmante: el nivel educativo ha descendido, y con ello, la capacidad de los jóvenes para gestionar sus emociones y tomar decisiones responsables. Este fenómeno va más allá de la falta de conocimiento académico. El reto de la educación no solo consiste en transmitir información, sino también en formar seres humanos capaces de tomar decisiones saludables, comprender sus emociones y relacionarse con el entorno de manera positiva.

Hoy en día, en nuestro país, existe una gran escasez de personas con liderazgo, visión de crecimiento o, simplemente, con una idea clara de lo que significa hacerse cargo de uno mismo.

Según datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), solo el 30% de los estudiantes en México alcanzan un nivel satisfactorio de competencias en matemáticas y lenguaje, según los estándares internacionales. Esta cifra refleja un panorama preocupante en términos de calidad educativa. Es decir, el nivel educativo baja mientras que crece la tasa de violencia juvenil, tanto a nivel individual como social. La falta de formación en la gestión emocional ha llevado a situaciones extremas como el suicidio, las conductas suicidas, el abuso de sustancias y, en algunos casos, la violencia familiar. Según datos de la Secretaría de Salud, en 2022, el suicidio en jóvenes de entre 15 y 29 años se incrementó un 12.5% en comparación con el año anterior. Este fenómeno no solo refleja la desesperación que sienten muchos jóvenes, sino también la carencia de habilidades emocionales y sociales para afrontar las adversidades de la vida.

Hoy en día, también se destacan los “influencers”, figuras clave en la cultura juvenil actual, que se han convertido en modelos a seguir para miles de jóvenes. Sin embargo, la influencia de estas figuras es ambigua. Algunos promueven valores de superficialidad, materialismo y conductas riesgosas, mientras que otros, en algunos casos, intentan impulsar discursos positivos. No obstante, es evidente que muchos jóvenes adoptan el comportamiento de los influencers sin contar con una estructura educativa sólida que los respalde. Esto no solo afecta su autoestima, sino que también puede contribuir a decisiones extremas, como el consumo de sustancias, el daño a sí mismos o el rechazo de la responsabilidad parental, todo bajo la creencia de que es algo “genial”. Situación muy aprovechada por el crimen organizado para reclutar.

El problema más urgente de la educación en México no es solo la falta de conocimientos académicos, sino la carencia de habilidades emocionales que permitan a los jóvenes lidiar con la presión social, los fracasos, y las emociones negativas. 

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La integración de la psicología social y emocional en el ámbito educativo debe ser una prioridad en la política educativa nacional. Además, se debe fomentar el pensamiento crítico y la reflexión en los estudiantes, lo cual puede prevenir conductas violentas y suicidas.

Las reformas que se han implementado en las últimas décadas han sido insuficientes para cambiar la estructura profunda del sistema educativo. Es crucial que los gobiernos comprendan que la educación no solo sirve para formar profesionales, sino también para construir una sociedad más equilibrada, empática y consciente.

A nivel político, las decisiones deben orientarse hacia la creación de políticas que no solo mejoren la infraestructura educativa, sino también que promuevan una educación centrada en la persona, y que considere las realidades emocionales y sociales de los jóvenes. 

La verdadera educación debería enseñar a nuestros jóvenes a cuidarse a sí mismos, a valorar la vida en todas sus formas y a comprender el impacto de sus decisiones, tanto en ellos como en los demás. Si no logramos humanizarlos, si no logramos darles las herramientas emocionales y sociales para enfrentar la vida, ¿cómo podemos esperar que construyan un futuro mejor? La pregunta es: ¿estamos realmente preparados para asumir la responsabilidad de enseñarles a vivir?

Doctor en la Facultad de medicina, en el área de ciencias de la salud con especialidad en salud mental en el trabajo. Consultor y conferencista en transformación organizacional – humano, en diversas empresas privadas y públicas.

Docente en los niveles de licenciatura, maestría, doctorado, especialidad y diplomado, en las carreras de: Psicología, administración, educación, mercadotecnia, alta dirección y desarrollo humano.

Especialista invitado en programas radiofónicos, publicaciones en periódico, revistas impresas/ electrónicas, redes sociales, plataformas y televisión con temas del comportamiento humano.

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