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La Política Desde la Psicología

El Precio de la dependencia: las divisiones internas fortalecen el bullying global

Por el Dr. Horacio Rafael Rodríguez Montalvo

En las últimas décadas, la relación entre Estados Unidos y México ha estado marcada por una compleja dinámica de poder, en la que las tensiones económicas y políticas juegan un papel fundamental. Estados Unidos, como potencia global, ha utilizado diversas herramientas de presión para moldear las políticas de su vecino del sur. Entre estas tácticas, destacan los aranceles, las sanciones económicas, las amenazas de represalias comerciales y las políticas migratorias, que colocan a México en una constante situación de vulnerabilidad. 

Desde una perspectiva psicológica, podemos conceptualizar esta relación como un claro ejemplo de “bullying” internacional. El cual no se limita a agresiones directas, sino también a la constante amenaza o manipulación con el fin de someter a otro a través de la intimidación y la coerción. 

Lo que hace especialmente dañina esta dinámica es el contexto en el que se desarrolla. La cercanía geográfica y la interdependencia económica entre ambos países sitúan a México en una posición en la que no puede simplemente ignorar las demandas de su vecino del norte. Sin embargo, las decisiones que México toma bajo esta presión no siempre benefician a su población. A menudo, las políticas adoptadas en respuesta a las exigencias estadounidenses tienen un alto costo para los ciudadanos mexicanos, quienes se ven perjudicados por la medicina.

Este fenómeno de “bullying” internacional no solo tiene un impacto económico, sino que también afecta la estabilidad política de México. La psicología política nos ayuda a comprender cómo el bombardeo constante de presiones externas genera una parálisis en los líderes del país. En lugar de unirse y desarrollar una estrategia común para enfrentar estas amenazas, los actores políticos mexicanos se ven atrapados en un ciclo de confrontación interna. Las divisiones entre los partidos políticos y la lucha por el poder se convierten en las principales preocupaciones de los políticos, mientras que los problemas estructurales que enfrentan los ciudadanos quedan relegados.

Este comportamiento refleja un proceso psicológico conocido como “disociación”, en el que los individuos o grupos se desconectan de la realidad más amplia debido a conflictos internos. En la política mexicana, esta disociación se traduce en un enfoque excesivo en las disputas internas, mientras que la urgente necesidad de enfrentar las presiones externas se minimiza o se olvida. En lugar de trabajar en conjunto para fortalecer la soberanía del país, los políticos se concentran en reproches mutuos y acusaciones de corrupción, dejando de lado los problemas que realmente nos afectan.

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El narcotráfico, la violencia, la inseguridad y la creciente pobreza continúan siendo problemas graves que afectan a millones de mexicanos. 

La psicología política también nos permite comprender cómo la percepción de debilidad interna afecta la imagen internacional de México. En el ámbito de las relaciones internacionales, la cohesión política y la estabilidad son esenciales para mantener el respeto y la autonomía de un país. Cuando una nación está fragmentada internamente, esta debilidad se hace evidente a nivel global, lo que abre la puerta a manipulaciones y presiones externas.

Este ambiente de caos y fragmentación política se refuerza a través de la psicología del poder. Los políticos, al ver que sus intereses personales o partidistas están en juego, se sienten tentados a priorizar su permanencia en el poder por encima del bienestar colectivo. Este ciclo destructivo lleva a tomar decisiones a corto plazo, pensadas más en los beneficios inmediatos que en los efectos a largo plazo. 

Surge una reflexión crucial: ¿Será México capaz de superar sus divisiones internas y responder de manera unificada a las presiones internacionales, o continuar siendo víctima de un ciclo de vulnerabilidad que lo convierte en un blanco fácil para el bullying global? Solo el tiempo dirá si la nación podrá reconstruir su cohesión política y recuperar el control de su destino, o si seguirá atrapada en un ciclo de dependencia y debilidad, donde las decisiones internas se ven constantemente subordinadas a las presiones externas. En última instancia, la clave radicará en la capacidad de los líderes para anteponer los intereses nacionales a los conflictos partidistas y lograr una unidad que permita a México navegar con firmeza en un escenario muy complejo.

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