Libertad y Salud: El dilema de un México que legaliza la marihuana y prohíbe golosinas
Por el Dr. Horacio Rafael Rodríguez Montalvo
La situación en México respecto a la regulación de la marihuana con fines lúdicos, en contraste con las restricciones sobre el consumo de alimentos y bebidas azucaradas, presenta una ironía que merece ser analizada desde diversas perspectivas. Por un lado, el país avanza hacia la legalización de una sustancia que, aunque controvertida, ha demostrado tener potenciales beneficios terapéuticos y recreativos. Este movimiento puede interpretarse como un intento de modernizar las políticas de drogas y reducir la criminalización asociada al consumo de marihuana.
Sin embargo, al mismo tiempo, se observa una tendencia a restringir el acceso a productos alimenticios que son ampliamente consumidos por los jóvenes, como papas fritas, refrescos y dulces. Estas restricciones se justifican por preocupaciones sobre la salud pública y la creciente epidemia de obesidad y enfermedades relacionadas con la alimentación en el país. La paradoja radica en que mientras se busca regular y permitir el uso de una sustancia psicoactiva, se imponen limitaciones a alimentos que, aunque no son ilegales, contribuyen significativamente a problemas de salud pública.
Desde una perspectiva psicológica y educativa, esta dualidad puede generar confusión entre los jóvenes. Por un lado, se les envía un mensaje de que es aceptable consumir marihuana bajo ciertas condiciones; por otro lado, se les prohíbe disfrutar de ciertos alimentos que forman parte de su cultura y socialización. Esto podría llevar a una percepción distorsionada sobre lo que es “bueno” o “malo” para su bienestar.
Además, esta situación plantea preguntas sobre cómo se priorizan las políticas públicas en relación con la salud mental y física. La educación nutricional debería ser un pilar fundamental en la formación de hábitos saludables desde una edad temprana. Sin embargo, si las políticas parecen ser inconsistentes o contradictorias, es probable que los jóvenes no tomen en serio las advertencias sobre el consumo excesivo de azúcares y grasas.
La ironía del enfoque mexicano hacia la legalización de la marihuana frente a las restricciones alimentarias resalta la necesidad urgente de un diálogo más coherente y fundamentado sobre salud pública. Es esencial promover una educación integral que no solo aborde el consumo responsable de sustancias psicoactivas sino también fomente hábitos alimenticios saludables. Solo así se podrá construir un futuro donde los jóvenes tengan las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas sobre su bienestar.
En los últimos años, México ha estado en el camino hacia la legalización de la marihuana, un tema que ha generado tanto apoyo como oposición. Desde una perspectiva psicológica, la legalización puede ser vista como un intento de cambiar la percepción del consumo de esta sustancia, promoviendo un enfoque más racional y menos punitivo hacia las adicciones. Según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aproximadamente el 60% de los mexicanos apoya la legalización de la marihuana, lo que indica un cambio en la percepción social hacia su consumo.
Este cambio de paradigma puede estar relacionado con la creciente evidencia de que la marihuana, cuando se utiliza de manera responsable, puede tener beneficios terapéuticos, como el alivio del dolor crónico y la reducción de la ansiedad. La legalización también podría contribuir a la reducción de la violencia asociada al narcotráfico, un problema que ha afectado a México durante décadas. Se puede argumentar que este enfoque más liberal hacia la marihuana refleja un deseo de la sociedad por buscar soluciones más humanas y efectivas a problemas complejos.
Por otro lado, la idea de prohibir el consumo de papas, dulces y refrescos plantea una serie de interrogantes. En un país donde la obesidad y las enfermedades relacionadas con la alimentación son problemas de salud pública alarmantes, la prohibición de ciertos alimentos podría ser vista como una medida necesaria. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), más del 70% de los adultos en México tienen sobrepeso u obesidad, lo que ha llevado a un aumento en enfermedades como la diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, esta prohibición podría ser percibida como una forma de paternalismo que ignora la autonomía del individuo. La prohibición de alimentos puede generar resistencia y resentimiento, lo que podría llevar a un aumento en el consumo clandestino o a la búsqueda de alternativas poco saludables. En lugar de prohibir, un enfoque más efectivo podría ser la educación y la promoción de hábitos alimenticios saludables, permitiendo que los individuos tomen decisiones informadas sobre su alimentación.
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Es fundamental que las políticas públicas se basen en una comprensión profunda de la psicología humana. La educación, la promoción de la salud y el respeto por la autonomía individual deben ser pilares en la formulación de políticas que busquen mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
La educación juega un papel crucial en la formación de actitudes y comportamientos. En el caso de la marihuana, la implementación de programas educativos que informen sobre sus efectos, riesgos y beneficios puede ayudar a desmitificar su consumo y a promover un uso responsable. Esto no solo empodera a los ciudadanos, sino que también fomenta una cultura de responsabilidad y cuidado personal.
Por otro lado, en el ámbito de la alimentación, la educación nutricional es esencial para combatir la obesidad y promover hábitos saludables. En lugar de prohibir alimentos, se podría invertir en campañas que enseñen a las personas a leer etiquetas, a entender la importancia de una dieta equilibrada y a hacer elecciones informadas. La psicología sugiere que las personas son más propensas a seguir normas y recomendaciones cuando sienten que tienen el control sobre sus decisiones.
La cultura también juega un papel fundamental en cómo se perciben tanto la marihuana como los alimentos procesados. En muchas comunidades, el consumo de marihuana ha sido parte de la cultura durante generaciones, mientras que los alimentos procesados son a menudo vistos como parte de la vida moderna. La forma en que se abordan estas cuestiones en el discurso público puede influir en la aceptación o rechazo de las políticas propuestas.
Es importante considerar cómo las identidades culturales y sociales afectan la percepción de estas sustancias. Las políticas que ignoran las realidades culturales pueden ser vistas como imposiciones externas, lo que puede generar resistencia. Por lo tanto, es crucial que las políticas sean diseñadas con un entendimiento profundo de las dinámicas culturales y sociales que influyen en el comportamiento de las personas.
Las decisiones políticas deben ser informadas no sólo por datos económicos y de salud, sino también por una comprensión profunda de la psicología humana, la cultura y la educación.
Un enfoque integral que combine la legalización responsable de la marihuana con una educación efectiva sobre la alimentación puede no solo mejorar la salud pública, sino también fomentar una sociedad más informada y empoderada.
Doctor en la Facultad de medicina, en el área de ciencias de la salud con especialidad en salud mental en el trabajo. Consultor y conferencista en transformación organizacional – humano, en diversas empresas privadas y públicas.
Docente en los niveles de licenciatura, maestría, doctorado, especialidad y diplomado, en las carreras de: Psicología, administración, educación, mercadotecnia, alta dirección y desarrollo humano.
Especialista invitado en programas radiofónicos, publicaciones en periódico, revistas impresas/ electrónicas, redes sociales, plataformas y televisión con temas del comportamiento humano.
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