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La Política Desde la Psicología

Efectos psicológicos de la elección judicial: polarización y miedo colectivo

Por Horacio Rafael Rodríguez Montalvo

En un país donde los relojes parecen detenerse cada sexenio para reiniciar una esperanza mutilada, México se aproxima a una nueva elección judicial con la confianza erosionada y la sombra de la corrupción extendiéndose en los caminos democráticos. La crisis no es solo institucional, sino emocional. Lo que se juega no es únicamente quién dictará las leyes, sino qué narrativa definirá el futuro colectivo.

México carga una herencia de impunidad que ha deformado la noción de justicia en el imaginario social. Según Transparencia Internacional (2024), el país ocupa el lugar 126 de 180 en el índice global de percepción de la corrupción, compartiendo ranking con naciones en conflicto abierto o con regímenes autoritarios. Este contexto, donde los cargos públicos suelen percibirse como botines y no como responsabilidades, convierte cualquier elección en un acto sospechoso antes incluso de celebrarse.

En este año, la elección judicial adquiere un carácter simbólico y estratégico. La propuesta de que los jueces de la Suprema Corte sean elegidos por voto popular ha encendido un debate profundo, entre quienes lo ven como una democratización del Poder Judicial y quienes temen que ello abra la puerta a un control aún mayor por parte del Ejecutivo. La suspicacia, alimentada por años de desilusiones, no es gratuita: más del 70% de los mexicanos considera que los jueces son corruptos o influenciables, según datos del INEGI (2023).

Sumemos a esto un factor más inquietante: el crimen organizado. En los últimos procesos electorales, más de 100 candidatos fueron asesinados o amenazados por grupos armados. Las organizaciones criminales no solo buscan controlar territorios; también buscan capturar instituciones. Si el crimen ya influye en alcaldías, congresos locales y policías municipales, ¿cuánto tardará en extender su poder a tribunales superiores?

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El escenario sería menos alarmante si existiera un tejido social unido. Pero México atraviesa una polarización corrosiva. En redes sociales, foros públicos y medios de comunicación, el debate político ha sido reemplazado por trincheras ideológicas. Ya no se confrontan ideas, se aniquilan adversarios. Más del 60% de los mexicanos dice no confiar en personas que no comparten su postura política.

Esta fragmentación mental, donde cada ciudadano vive en su burbuja de certezas, complica aún más la posibilidad de un consenso nacional frente a la elección judicial. Mientras unos celebran lo que llaman una revolución popular en la justicia, otros ven con pavor el colapso institucional. Y en el centro, una mayoría silenciosa observa con escepticismo, desconectada, resignada o francamente temerosa.

El deterioro de la confianza institucional y la violencia sostenida han generado un fenómeno conocido como “fatiga cívica”, una especie de agotamiento emocional que lleva a los ciudadanos a retraerse, a desentenderse de lo público y a vivir en una especie de autoexilio cívico.

Este estado, alimentado por la decepción reiterada, es terreno fértil para el autoritarismo.

Otros expertos, señalan que la inseguridad constante combinada con la corrupción ha generado en la sociedad mexicana lo que se conoce como “normalización del miedo”. Es decir, el temor ya no genera reacción, sino resignación. La ciudadanía, sometida por el crimen, la impunidad y la polarización, podría terminar cediendo espacios democráticos sin resistencia, como quien entrega una casa invadida por desgaste y no por convicción.

México enfrenta una disyuntiva histórica. La elección judicial no será solo un acto administrativo o una anécdota constitucional. Será un espejo. Y lo que ese espejo devuelva podría definir la salud mental de toda una generación. El país necesita recuperar la capacidad de dialogar, de exigir sin destruir, de construir sin imponer. Pero para ello, es urgente algo más profundo que una reforma judicial: se requiere una terapia colectiva.

Doctor en la Facultad de medicina, en el área de ciencias de la salud con especialidad en salud mental en el trabajo. Consultor y conferencista en transformación organizacional – humano, en diversas empresas privadas y públicas.

Docente en los niveles de licenciatura, maestría, doctorado, especialidad y diplomado, en las carreras de: Psicología, administración, educación, mercadotecnia, alta dirección y desarrollo humano.

Especialista invitado en programas radiofónicos, publicaciones en periódico, revistas impresas/ electrónicas, redes sociales, plataformas y televisión con temas del comportamiento humano.

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