El autoengaño del voto en México, una visión desde la psicología
Por el Dr. Horacio Rafael Rodríguez Montalvo
Por décadas, México ha sido escenario de un fenómeno social que parece repetirse sin cesar: el voto de castigo. Las personas, hartas de la corrupción, el abandono y las promesas incumplidas, acuden a las urnas movidas por el enojo. Votan no tanto a favor de una alternativa, sino en contra de quien ya no soportan. Pero lo que parece un acto de rebelión ciudadana, muchas veces termina convirtiéndose en una nueva decepción.
Lo curioso es que, en esta dinámica, quienes antes fueron señalados por su mal gobierno, resurgen camuflados en nuevas siglas, reciclados en discursos renovados, aunque con las mismas prácticas. Los rostros cambian de color partidista, pero las conductas se repiten. Y lo más preocupante: gran parte del electorado no lo nota o no quiere notarlo.
Hoy, vivimos en un México donde escasean los medicamentos en hospitales públicos, donde miles de personas esperan atención médica que nunca llega, donde el salario apenas alcanza para lo básico mientras los precios suben cada mes. Sin embargo, en lugar de exigir resultados, una porción significativa de la población se limita a justificar el presente con los errores del pasado: “los de antes también robaban”. Esta lógica circular ha servido para mantener viva una cultura de tolerancia al abuso y la incompetencia.
Desde la psicología política, esta conducta puede explicarse a través de varios mecanismos. Uno de ellos es el sesgo de confirmación, que lleva a las personas a buscar y creer sólo aquello que valida su posición actual, ignorando evidencia que la contradiga. También está el tribalismo ideológico, una forma de identidad donde apoyar a un grupo político se vuelve más importante que evaluar objetivamente sus acciones. No se trata de razonar, sino de pertenecer.
Así, mientras el país sufre por servicios públicos deficientes y oportunidades limitadas, muchos prefieren enfocar su energía en defender figuras políticas que, lejos de representar soluciones, simbolizan el estancamiento. Se aplaude a quienes insultan a los críticos, se idolatra a quienes dividen, y se minimiza cualquier crítica como si fuese traición. El discurso público se ha vuelto un campo de batalla, no de ideas, sino de lealtades ciegas.
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Lo más alarmante es que esta situación no es nueva. Ocurrió con el PRI durante décadas, se repitió con el PAN, y se replica ahora con quienes prometieron cambiarlo todo. La constante no ha sido un partido, sino una cultura política que gira en torno al resentimiento, al olvido selectivo y a la necesidad de héroes, aunque estén construidos sobre promesas huecas.
No es casual que en un país donde la educación ha sido relegada, donde el pensamiento crítico no se estimula y donde la historia se manipula al gusto del poder, la ciudadanía termine atrapada en ciclos de esperanza y decepción. Y mientras no se rompa con esa dinámica, los que más sufrirán seguirán siendo los de siempre: los que hacen fila en hospitales sin medicina, los que trabajan jornadas dobles por un salario que no alcanza, los que esperan justicia y sólo reciben discursos.
Votar con rabia puede parecer un acto de justicia. Pero si no se acompaña de memoria, de análisis, de verdadera exigencia democrática, solo se cambia de verdugo.
Al final, no se trata sólo de cambiar de partido, sino de cambiar de conciencia. Mientras sigamos votando desde el enojo, justificando lo injustificable y aplaudiendo a quienes gritan en lugar de proponer, seguiremos atrapados en un ciclo donde los nombres cambian, pero los abusos se repiten. La verdadera transformación no empieza en las urnas, sino en la forma en que exigimos, pensamos y recordamos. Porque si el pueblo olvida, el poder repite.
Doctor en la Facultad de medicina, en el área de ciencias de la salud con especialidad en salud mental en el trabajo. Consultor y conferencista en transformación organizacional – humano, en diversas empresas privadas y públicas.
Docente en los niveles de licenciatura, maestría, doctorado, especialidad y diplomado, en las carreras de: Psicología, administración, educación, mercadotecnia, alta dirección y desarrollo humano.
Especialista invitado en programas radiofónicos, publicaciones en periódico, revistas impresas/ electrónicas, redes sociales, plataformas y televisión con temas del comportamiento humano.
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