Por Araceli García Rico
A lo largo de la historia muchas mujeres han levantado la voz por nuestros derechos, los costos han sido muchos y diversos, pero no nos queda la menor duda de que su valor abrió las puertas de la sinuosa escalera de derechos que hemos ido construyendo día a día.
Desde Hermila Galindo Acosta, Elvia Carrillo Puerto, las primeras Gobernadoras, las primeras secretarias de Estado, las primeras legisladoras, hasta las aspirantes a la Presidencia, en todas ellas se adivina una poderosa fuerza por reivindicar la capacidad que poseemos las mujeres.
En lo personal, crecí con el ejemplo de extraordinarias jefas que me inspiraron a tomar el tema de la igualdad como prioridad, a ratificar mi convicción de que logremos el acceso total a nuestros derechos y oportunidades, a derribar los techos de cristal y acabar con los pisos jabonosos, debo señalar que en casa no fue diferente, mi madre y mis tías han guiado a generaciones exitosas de familiares con conciencia social.
Sin embargo, nuestra nación vive sumida en dolorosos primeros lugares a nivel mundial: abuso sexual infantil, atentados contra periodistas y ambientalistas, trata de personas, embarazo adolescente, feminicidios, desaparición forzada, entre otros.
Y es en este rubro, en que quiero hacer un reconocimiento a las madres buscadoras, a las que con su decisión de encontrar a sus hijas o a los feminicidas de sus hijas, han arriesgado hasta su propia vida para alcanzar eso que parece intangible: “J-U-S-T-I-C-I-A”
Muchas levantamos la voz y logramos cambios, sin embargo, estoy convencida que el arte en todas sus expresiones entra intempestivamente en todos nuestros sentidos, por ello vibramos al escuchar “Sin miedo” de Vivir Quintana, un himno de indignación, de coraje, de liberación, de sororidad.
Y descubrí recientemente en una tertulia que, sin ser planeada feminista, se convirtió en un acompasado encuentro de voluntades: las madres que buscan a sus hijas, las madres que perdieron a sus hijas y se suman a apoyar a las que como ellas pasaron ese viacrucis de dolor, a las que en su caminar se encontraron en el laberinto del abuso sexual, de la violación, de caer y aprender a levantarse, a las que abrazamos la causa de la igualdad y los derechos, las que queremos una nación que brinde justicia y no revictimice por dolo o ignorancia.
Ahí la voz de Rosalba Cruz López, (Ros Cantautora), llenó el lugar, pero, sobre todo, abrazó los corazones de quienes ávidas por escuchar su historia y la de otras se unieron al unísono en un concierto de sentimiento y emoción desbordada.
Se preguntarán ¿Por qué habría de ser diferente a otras expresiones musicales?… Lo es, porque ella es sobreviviente de esta cultura patriarcal, misógina, violenta, desgarradora y mortalmente cruel con las mujeres, con sus mujeres.
Ella vibra y crea laboratorios de la voz, para deconstruir y construir, para decirnos que no hay pretexto para que de la muñeca fea, de Cri-Cri, que las personas o las circunstancias nos han hecho sentir así en algún momento:
Escondida por los rincones.
Temerosa de que alguien la vea
Platicaba con los ratones
La pobre muñeca fea
Un bracito ya se le rompió
Su carita está llena de hollín
Y al sentirse olvidada lloró
Lagrimitas de aserrín
Nos podamos transformar: queriéndonos, siendo resilientes, aceptando el paso de los años, los estragos del cuerpo y el alma, aceptando las decisiones que tomamos, reconociendo los éxitos alcanzados, los duelos, los retos por venir y sobre todo sintiéndonos en toda época y todo lugar esa muñeca bella que nos permita gozar el mundo y formar generaciones en igualdad libres de violencia.
Y que viva la bohemia, sí, pero con causa.
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