Las mentiras de la “Revolución”
-Mitos de la “tercera transformación”
Por Leopoldo Mendívil López
El gobierno lo sabe. Los historiadores lo saben. El público mexicano no lo sabe. La Revolución “Mexicana” no fue planeada en México. Éste fue el eslogan de mi libro “Secreto 1910”, dedicado a mi tatarabuelo el Gral. porfirista Bernardo Reyes -exgobernador en nuevo León y ex secretario de Guerra y Marina-, asesinado el 9 de febrero de 1913 por sublevarse contra Madero.
¿Por qué quería derrocar a Madero? Porque él sabía que detrás de la “revolución mexicana” estaba la embajada de los Estados Unidos y un plan para tomar el control de México, y de su petróleo.
Había sido la embajada de Estados Unidos la que quitó a Porfirio Díaz y la que ahora quería repetir la historia y quitar a Madero.
Hoy, 20 de noviembre: un año más desde hace 113 vueltas del sol; once décadas desde 1910, celebramos el mismo conjunto de mitos y mentiras que los gobiernos empaquetaron en lo que se debe llamar “la historia de bronce” –el término “historia de bronce” se debe a que las estatuas de los héroes oficiales en cualquier país, decretados por los gobiernos, son de bronce.
¿Qué ocurrió exactamente el 20 de noviembre de 1910, hace 113 años? Bueno, en realidad no mucho. El protagonista de nuestra hoy historia oficial sobre la “Tercera Transformación” -Francisco Madero Jr.- estaba en San Antonio, Texas, protegido/vigilado por el gobernador de Texas, Oscar Branch Colquitt, quien lo dejaba operar sin mayor problema.
Su “Plan de San Luis” llamando a una insurrección general en México estaba fechado el 5 de octubre.
Por 113 años se le ha mentido al pueblo de México diciendo que el único motivo del cambio de régimen que llamamos “revolución mexicana” fue la libertad de un pueblo y quitar a un tirano como Porfirio Diaz.
Siempre ha sido un misterio el que la gente crea que Francisco Madero, que no tenía preparación militar previa a su levantamiento, que no había matado a nadie, comandara de pronto a una insurrección contra el general más temido que había habido en México, y que haya triunfado para derrocarlo.
Por todas estas décadas se ocultado al pueblo de México los motivos verdaderos de ese cambio de poder.
Es verdad que el pueblo mexicano ya estaba harto de Porfirio Díaz, quien tenía 34 de años en el poder, y quien había virtualmente expropiado la sexta parte del territorio nacional para dárselo a sus “cuates” -la campaña nacional de deslinde de “tierras baldías”-; pero Porfirio Díaz fue el presidente que más construyó en México hasta ese momento en toda la historia del país.
Francisco Madero hizo el llamado para el levantamiento del 20 de noviembre en Estados Unidos pero en realidad aquí en México la conmoción comenzó un día antes en Puebla, cuando la gente del gobierno se enteró de que en la casa de la familia Serdán se estaba fraguando un complot, y Aquiles Serdán fue asesinado.
A partir de entonces, enviados de Francisco Madero comenzaron a hacer actos de guerra en diferentes partes en México, y la historia oficial nos quiere hace pensar que estos levantamientos fueron los que convencieron a Porfirio Diaz de dejar el poder.
Lo que está borrado en todo esto -en la “historia de bronce”-, es la mano de los Estados Unidos. Los levantamientos en Mexicali y Tijuana, encargados a Ricardo Flores Magón, fueron operados por agentes de los Estados Unidos. 13 de 50 muertos encontrados en campo eran “gringos”. 100 de los 500 adeptos a Ricardo Flores Magón eran “americans”.
Entre ellos destacaba un absoluto personaje de película: Caryl Pryce.
En ciudad Juárez, el desarrollo de la batalla le debió tanto a otro gringo de película: Emil Holmdale, qué Francisco Madero lo ungió a él virtual rey de ciudad Juárez, el “Capitán de la Ciudad”.
En el entorno de Francisco Villa estuvo presente un hombre enviado por los Estados Unidos: Carothers, junto con un misterioso espía alemán qué también estaba vinculado con la embajada de los Estados Unidos.
Mientras tanto, en la ciudad de México, en la calle de Gante número seis, un joven abogado: José Vasconcelos estaba trabajando como asistente de un verdadero operador siniestro de los Estados Unidos: personaje en la novela Secreto 1910 y borrado totalmente de la historia oficial mexicana: Sherburne Hopkins.
Lo que en realidad estaba ocurriendo era lo siguiente: estos agentes de los Estados Unidos, semejantes a un 007 combinado con Cocodrilo Dundee eran un grupo que podríamos llamar el Club Sudáfrica: un grupo de mercenarios altamente peligrosos que habían participado en cuanta guerra fuera posible, en China, Sudáfrica, Cuba, Panamá y Nicaragua, siempre a las órdenes del gobierno de los Estados Unidos para derrocar a gobiernos enemigos.
El Club Sudáfrica está borrado de los libros de historia oficial mexicanos, porque es la mano invisible de los Estados Unidos. El libro secreto 1910 incluye el recibo que uno de ellos: Hopkins, firmó con Gustavo Madero asegurándole por $50,000 el derrocar a Porfirio Díaz. Hopkins era amigo del presidente de Estados Unidos William Taft, y era socio del magnate de petróleo Henry Clay Pierce.
La gente imagina que fue Madero el que logró que Porfirio Díaz dejara el poder en México. La realidad es que los Estados Unidos se querían deshacer del viejo desde hacía mucho tiempo.
Tanto es así que el 6 de marzo de 1911, el embajador de USA en México, Henry Lane Wilson, le pidió explícitamente a Taft invadir al país, y enviarle barcos de guerra a los puertos mexicanos, hasta que el anciano supiera que ya debía de renunciar al poder.
El verdadero movimiento y conmoción para derrocar a Porfirio Díaz en mayo de 1911 fueron esos siete barcos de la fuerza naval americana que desde marzo estaban rodeando a México y amenazando a Porfirio Díaz, recordándole que ya no era grato para los Estados Unidos.
¿Qué es lo que realmente estaba ocurriendo, desde un principio?
Los Estados Unidos querían un cambio de presidente en México desde por lo menos 1908.
Ya no querían a Porfirio Díaz, un hombre que se había vuelto demasiado poderoso, demasiado autónomo, y que ya no obedecía a los gringos. Peor aún: había hecho que México dependiera menos de los Estados Unidos y creara alianzas con otras potencias de Europa.
La peor de las insolencias había sido que en 1909 Porfirio le dio asilo al expresidente de Nicaragua Santos Zelaya, que acababa de ser derrocado por los Estados Unidos, por negarse al proyecto del canal de Nicaragua.
Pero la razón última para que Estados Unidos detestara a Porfirio Díaz era en realidad otra.
El 17 de octubre de 1909, casi un año antes de la llamada a la revolución de Francisco Madero, el presidente de Estados Unidos Taft citó a Porfirio Díaz en El Paso, Texas, para una reunión histórica de la que Porfirio salió pálido.
Se asombraron el secretario de hacienda Jacques Yves Limantour y sus acompañantes al ver al ultra poderoso presidente mexicano convertido en un manojo de nervios tras hablar con su contraparte estadounidense.
¿Qué se dijeron durante esa reunión?
El único testigo fue el gobernador de Chihuahua Enrique Creel, antepasado de Santiago Creel Miranda. Hasta los intérpretes recibieron la orden de abandonar la sala. El traductor fue Enrique Creel, quien nunca reveló públicamente el contenido de la conversación que cambió la historia.
Pero las décadas se encargaron de desempolvar lo que había sucedido.
Las razones de la guerra subterránea entre México y Estados Unidos se encontraban en realidad lejos, en la lejana Inglaterra.
La guerra era por un nuevo recurso energético que desde 1860 empezó a sustituir al carbón en todas las ramas de la industria, la locomoción y la guerra: el petróleo.
Un grupo de personas descubrieron en Pensilvania y Ohio que la brea que estaba en los pantanos en realidad servía como combustible. De ahí surgirían en muy pocos meses las grandes fortunas de personas como Rockefeller, Deterding y Clay Pierce.
Desde 1860, rápidamente empezó la transformación del mundo, una revolución tecnológica. Países enteros comenzaron a transformar sus plantas industriales que trabajaban con carbón para que ahora trabajaran con el nuevo material aceitoso cuya refinación era ahora el monopolio de Rockefeller.
Y el destino quiso que algunos volvieran sus ojos hacia México.
Alemania se volvió la potencia que más ferozmente adoptó el nuevo combustible, especialmente para sus barcos de guerra y submarinos, sabedora de que Inglaterra estaba decidida a destruir el expansionismo germano del ambicioso káiser Guillermo II.
Noticias alarmantes llegaron a la oficina del rey Jorge V en Londres: las nuevas máquinas de guerra alemanas en el mar, que ya utilizaban petróleo, eran cuatro nudos más rápidas que los navíos británicos que se propulsaban con carbón.
Si la guerra fuera ahora, Alemania invadiría a Inglaterra en un solo día, y desaparecería el imperio británico para siempre.
Había un problema: Inglaterra no tenía cómo competir con Alemania. Inglaterra tenía el dominio mundial del carbón, pero el carbón ahora ya estaba pasando la historia. Inglaterra necesitaba petróleo urgentemente, y no lo tenía en ninguna de sus colonias. Ahora debía modificar su flota para poder enfrentar a Alemania.
Secreto 1910 es la crónica de este efecto dominó que sacudió al mundo y acabó causando el derrocamiento de Díaz en México – nuestra “revolución”.
El fondo de este enigma fue un pacto que hizo Porfirio Díaz con Inglaterra. Eso fue lo que desencadenó la furia de los Estados Unidos.
La negociación la hizo un hombre británico que podría ser descrito como una mezcla de James Bond y Carlos Slim: un brillante empresario, político e ingeniero llamado Whitman Pearson. Se reunió con el presidente mexicano Porfirio Díaz y de pronto México estaba alineado con Inglaterra, el viejo enemigo del país Yankee.
En pocos meses, el sureste mexicano tenía una concesión exclusiva para suministrar petróleo a Inglaterra, en un continente que la Doctrina Monroe de 1823 asignaba como potestadad de los Estados Unidos.
Esta semana se revelarán los misterios de la “Revolución Mexicana” y cómo el país, una vez más fue manipulado por los Estados Unidos y quedó bajo su control – sobre los agentes mercenarios del “Club Sudáfrica” -semejantes a los que se describe en la película de los Indestructibles de Schwarzenegger y Stallone, operadores encubiertos de la CIA- la gran operación secreta americana detrás de la revolución mexicana.
Leopoldo Mendivil López es un escritor mexicano nacido en 1970. Estudió comunicación en la Universidad Iberoamericana. Ha trabajado como publicista en la casa Nautilus-Grupo Elektra, produjo y escribió programas televisivos para la presidencia de la república y participó como conductor en la serie televisiva El otro México.
Es autor de Psi-Code, Secreto R (Rockefeller), Secreto Maximiliano, Secreto Vaticano, Secreto Azteca, Secreto Biblia, Secreto 1910.
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