Así lo afirmó en conferencia de prensa el coordinador del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE) y de la Red PUCRA (Plan Universitario de Control de la Resistencia Antimicrobiana), de la UNAM, Samuel Ponce de León Rosales, quien calificó a este problema como una epidemia diferente, cuyas repercusiones no son menos graves que otras. Se trata de un “tsunami silencioso” que plantea un escenario complejo.
Al referirse a la gravedad de la Resistencia a los Antimicrobianos (RAM) en México y el mundo recordó que la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial y otras instancias internacionales calculan que, en 2050, dentro de 27 años, ocurrirán 50 millones de fallecimientos a consecuencia de infecciones resistentes al uso de antibióticos.
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En nuestro país, precisó, tenemos un problema en virtud del perfil de resistencias en los hospitales, aspecto que la Universidad mide desde hace casi 10 años.
El escenario que estos estudios permiten observar que es de gravedad extrema en casos como el de la bacteria Escherichia coli, una de las principales asociadas a mortalidad en el mundo.
El universitario expuso que se requieren acciones urgentes del Estado -parece no tomar plena cuenta de la gravedad del problema y las intervenciones que debe realizar-, de los profesionales de la salud en su práctica clínica, en hospitales y consulta externa, así como de la población que debe tener una atención adecuada en lo que respecta al uso indiscriminado de antibióticos.
Ponce de León reiteró que en infecciones respiratorias agudas o diarreas agudas con poca ocurrencia es necesario el empleo de antibióticos. De ese modo, cuando se prescriban hay que preguntar al médico si es absolutamente necesario su uso “y con frecuencia no lo es”.
Tenemos 80 años de utilizar esos medicamentos; disminuyeron el riesgo de morir por infecciones, pero ese gran avance podría perderse en pocas décadas si no se atiende el problema de la RAM, advirtió.
El experto resaltó que siempre será mejor evitar las infecciones respiratorias, así que los programas de vacunación deben ser atendidos por la población; ahora está en marcha el de influenza y COVID para ciertos sectores de la población “hay que aprovecharlo”, ya que de ese modo se podrá sobrellevar mejor la próxima temporada que se prevé será demasiado fría.
En tanto, Mauricio Rodríguez Álvarez, profesor en la Facultad de Medicina, rememoró que en 2018 en la UNAM, junto con un equipo de especialistas de varias instituciones del país integramos el PUCRA con los objetivos claros de disminuir el impacto de esa resistencia, establecer vínculos de colaboración interinstitucionales para realizar investigación, poner en la agenda el tema, así como promover el uso adecuado de los antibióticos en la medicina humana, limitar su manejo en la agroindustria, promover la vacunación y las medidas para evitar las enfermedades infecciosas.
Como parte de las acciones se integró una red de centros colaboradores que proporcionan información sobre sus aislamientos clínicos, las bacterias que están identificando, los patrones de resistencia, etcétera. Se trata de 56 instancias ubicadas en varias entidades del país, entre ellas hospitales de segundo y tercer nivel, institutos nacionales, unidades de alta especialidad, entre otros. Hay 260 mil aislamientos clínicos de las bacterias más importantes.
Un hallazgo trascendente son los patrones de prescripción en los consultorios adyacentes a las farmacias, donde en siete de cada 10 casos de faringitis les recetaron antibiótico, lo mismo que en ocho de cada 10 casos de diarreas, y prácticamente en todas las infecciones de vías urinarias, lo cual permite identificar áreas de oportunidad para mejora.
Las gripas y catarros, en general, no necesitan de esos medicamentos.
En su oportunidad, Guadalupe Miranda Novales, coordinadora de Actividades del PUCRA, explicó que durante la emergencia sanitaria por COVID la resistencia microbiana aumentó, de acuerdo con estimaciones, de 20 a 30 por ciento.
La aplicación de antibióticos, sobre todo al inicio de la pandemia y ante el desconocimiento de la enfermedad, estuvo presente en 80 o 90 por ciento de los pacientes muy graves y en estado crítico; se incrementó su uso y la consecuencia fue la selección y permanencia de cepas bacterianas más resistentes, algunas de las cuales ya se conocían, y de otras que eran menos resistentes pero incrementaron su porcentaje de resistencia.
A escala nacional no se observa una región que efectúe un manejo inadecuado de esos medicamentos, sino consumos elevados en algunos hospitales; “parece ser más un problema de las unidades médicas, donde sus programas deben ser revisados”.
En general, detalló la experta, en nosocomios se observa abuso de antibióticos como cefalosporina de primera a tercera generación, y en consultas habituales, de penicilinas como amoxicilina y ampicilina, que son las que se prescriben con mayor frecuencia; en diarreas, son variados.
Si las personas se lavan las manos de forma constante, cuando tienen algún padecimiento respiratorio evitan el contacto con otras personas y cumplen con las inmunizaciones disponibles estarían libres de infecciones son innecesarios los antibióticos.
Yolanda López Vidal, profesora y jefa de laboratorio en la Facultad de Medicina, recordó que en la historia de la humanidad las guerras y las pandemias han contribuido, de manera importante, a la resistencia antimicrobiana.
No hay que olvidar que la prescripción y disposición de los antibióticos durante estos eventos, no es el óptimo. “Si algo requieren las bacterias para hacerse resistentes son concentraciones subhinibitorias que no solo permiten, sino que aceleran, los procesos que generan resistencia en la comunidad”.
Todo ello, concluyó la especialista universitaria, ocasiona problemas importantes en el sector salud, así como en el agropecuario y el veterinario.
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