La ola de calor extremo que golpeó a España, Francia y Portugal se desplazó este miércoles hacia Europa del Este, donde millones de personas enfrentan temperaturas inusualmente altas que rompen récords y generan preocupación entre autoridades y ciudadanos.
En Alemania, el país más poblado de la Unión Europea, se alcanzaron hasta 40 ºC en regiones como Mannheim, mientras que en Berlín los termómetros llegaron a 37 ºC, saturando las piscinas públicas y obligando a muchos a buscar formas creativas para mantenerse frescos.

“Es como una sauna”, dijo Nora, una joven vendedora de fresas en la capital alemana, mientras tomaba agua para soportar la jornada. En Dresde, el río Elba se evapora lentamente: su nivel ha descendido a solo 64 cm, muy por debajo del promedio habitual de 2 metros.
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Las temperaturas también se dispararon en Bélgica, donde el emblemático Atomium de Bruselas cerró por el calor, y en Países Bajos, que vivió su primera “noche tropical” del año con mínimas superiores a los 20 ºC.

Los científicos advierten que estas olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas, son una consecuencia directa del cambio climático provocado por décadas de emisiones de gases de efecto invernadero.
Francia activó por primera vez en cinco años la alerta roja por calor en París, y registró dos muertes por enfermedades relacionadas con el clima. La ministra de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher, confirmó que junio ha sido el segundo más caluroso desde 1900.
España, por su parte, vivió su junio más cálido jamás registrado, con una media de 23.6 ºC, más propia de julio o agosto. Portugal también rompió récords, alcanzando los 46.6 ºC en la localidad de Mora.

El impacto humano ha sido severo: en España han fallecido al menos cuatro personas en los últimos diez días, entre ellas un niño de dos años que permaneció horas en un coche al sol y un hombre de 75 años en Córdoba. En Cataluña, un incendio forestal ha destruido más de 1,800 hectáreas.
Mientras algunos recurren al aire acondicionado como única vía para resistir, otros lo consideran un lujo inalcanzable.
“La pobreza energética nos afecta a todos”, lamenta Julia Muñoz, de 60 años, desde Madrid. Las medidas básicas, como cerrar persianas y limitar actividades al aire libre, se han vuelto estrategias de supervivencia.
El aumento de estos eventos climáticos extremos refuerza la urgencia de acciones políticas y sociales frente al calentamiento global. La evaluación completa del impacto de esta ola de calor tomará meses, pero los datos ya evocan tragedias como las de 2003 y 2022, que dejaron decenas de miles de muertos en Europa.
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